Benjamín y Rodrigo en su Primera Comunión |
¡Para qué las prisas! Cuatro angelitos en disposición de tomar su Primera Comunión, tres familias y sus respectivos acompañantes expectantes ante la ceremonia, unos oficiantes que se hacen de rogar más de la cuenta y un vendaval helado a la altura de los tobillos de unos y los riñones de otros, fueron los aditamentos de una bonita ceremonia que, como siempre, nos recordó la nuestra propia perdida en la nebulosa de los tiempos, pero siempre presta a volver a la memoria cada vez que un diminuto uniformado de marinero, convenientemente planchado y repeinado, junta sus manos con cara de bueno y se dispone a recibir su Primera Comunión.
Y recuerdas que aquello era lo más grande del mundo, llevabas más que bien aprendida la lección que en la catequesis te habían inculcado, con tu medallita en el pecho, recién regalada para la ocasión, y el misalito Regina en las manos. Recuerdas como tu madre te hizo practicar la comunión a base de rebanaditas de pan, que había que disolver en la boca como fuera, sin morder, para no hacerle daño al Señor, ¡qué cosas!
También te acuerdas de tu primera pluma estilográfica –que no tenías ni idea de cómo funcionaba-, tu estuche de colores, tu caja de acuarelas, tus libros de cuentos, tus juegos, tus recordatorios y tu libro de firmas de Primera Comunión -que ahora tengo en mis manos-, con las tapas nacaradas y los filos dorados de las hojas, y que me recuerda, que al igual que Rodrigo y Benjamín comulgaron por primera vez un 4 de junio de 2011, yo lo hice un lejano 19 de mayo de 1966, con el mismo uniforme de marinero raso, los mismos nervios y la misma expectación.
Y al igual que ellos, tras la ceremonia, me lo pasé bomba en la celebración, aunque como yo no tuve la suerte de celebrarla en pareja como ellos, tampoco pude experimentar lo que se siente cuando te sale un chichón del tamaño de un huevo de codorniz, después de colisionar de frente con mi compañero de fatigas.
El clan de los Alonso Alfonso cierra con éxito el capítulo de las Primeras Comuniones de sus vástagos, centrándose de lleno en el de bodas y nietos, que no es poca cosa.
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