He leído en el periódico del domingo que Murcia está en el puesto número diez de las ciudades españolas donde mejor se vive. Doy fe de ello, en Murcia se vive muy bien, tiene un tamaño adecuado, un clima estupendo, es bonita, está cerca de la playa y más aún del monte, tiene espaciosas plazas y recoletas calles peatonales, un paisanaje amable y bullanguero, carriles bici, su ración de atascos y ya casi un tranvía que, curiosamente, va a llegar antes a los Centros Comerciales del norte, que a la Ciudad Sanitaria del sur (cosas de la logística y de las prioridades municipales)
Y ahora también tenemos el interné. Cuando vi las primeras antenitas de cuatro cuernos adosadas a un semáforo cerca de casa, mal pensé en nuevos dispositivos para controlar la velocidad y achicharrarnos a multas para aliviar las depauperadas arcas municipales. Días después y gracias de nuevo al periódico, averigüé la verdadera utilidad de estos chismes: el Ayuntamiento ha decidido sacar el interné a la calle, concretamente a plazas y jardines, aunque con algunas condiciones para no hacerle la descarada competencia a las empresas que cobran por el mismo servicio; a saber: La velocidad de conexión es mínima, no da más que para consultar el correo (siempre que no venga cargadito de megas), o para chatear sin mucho intercambio de archivos, además, cada treinta minutos se interrumpirá el servicio, no sea que alguien intente bajarse una peli o una canción a espaldas de la SGAE.
Que digo yo, que para esta birria no necesitamos alforjas, además afean un mogollón. Por si no tuviéramos suficientemente saturado el mobiliario urbano, ahora nos colocan las dichosas antenitas cuatricuernas donde más discretas queden: el susodicho semáforo, la farola a la que le haya tocado por el pito, pito gorgorito, o vaya usted a saber los criterios científicos que han guiado su instalación, para acabar colocando un ejemplar en un poste pelado en medio de una placita con fuente, en todo el medio del Jardín del Malecón.
Como no hay mal que por bien no venga, ya me imagino a la chiquillería con sus note book, o similares, infestando parques y jardines al grito de ¡Ya tenemos interné! y comunicándose con su colega de al lado y con el de cuatro plazas más allá por la magia radioeléctrica en vez de jugar a la pelota, al corro de la patata, al burro, al tejo o contarse las cosas de viva voz, que también tiene su aquél. Al menos les dará el aire y tomarán el sol y cuando inopinadamente se les corte la conexión, en vez de echarles la culpa a sus sufridos progenitores, habrán de cargar sus iras contra el Alcalde. ¡Se va a enterar!