domingo, 18 de marzo de 2012

El Agua que No llega

Tossa de Mar. Gerona

Se fue Zapatero y con él  el agua que nos mandaba el Señor. Amenaza una nueva etapa de sequía y además ahora con la solidaridad interterritorial bajo mínimos gracias a las políticas provincianas tan al uso por estos lares. 

Como muestra, un botón: hace no mucho tiempo, en la bella localidad catalana de Tossa de Mar, cuya principal fuente de ingresos proviene de los visitantes, que como yo, recalan en sus playas por unos días, en una tienda de recuerdos, televisaban un GP de Fórmula 1, y por hablar de algo con el dueño, mientras echábamos un vistazo, le  pregunté como le iba a Fernando Alonso.

No contestó a mi pregunta y con cierto retintín, repreguntó:

- ¿De dónde son ustedes?

- Venimos de Murcia.

- ¡Murcianos tenían que ser, siempre empeñados en robarnos el agua del Ebro para regar campos de golf!

Tal cual.

Su compañera de tienda y posiblemente esposa, lo fulminó con la mirada y el patriota se arrugó y cerró la boca mientras nos vio desfilar desconcertados por la puerta de su negocio.

Esto con un catalán, pero podemos poner cualquier otro protagonista, con idéntico discurso: el manchego, el aragonés, el extremeño… Muchos repetirán las consignas reiteradas machaconamente por sus dirigentes públicos durante ya demasiado tiempo. ¡Qué difícil será desfacer tanto entuerto!

He recordado la anécdota vacacional al leer un artículo de Jorge Alcalde que comienza como sigue:

La falta de una estrategia solidaria de reparto del agua entre las distintas regiones de España es algo que ya denunciaba, hace tres siglos, el Marqués de la Ensenada. Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, que así se llamaba el señor marqués, un buen día escribió una carta a Fernando VI en la que podía leerse:

No hay en Europa terreno más seco que el de España, y por consecuencia, están expuestos sus naturales a padecer hambre por sus malas cosechas, ni tampoco reino en que menos se haya ejercitado el arte para ocurrir a la precisión de socorrer unas provincias a otras, evitando la extracción de dinero a dominios extraños, pues no se ha procurado que sus ríos sean navegables en lo posible, que haya canales para regar y transportar, y que sus caminos sean cual deben y pueden ser. Conozco que para hacer los ríos navegables y caminos son menester muchos años y muchos tesoros; pero Señor, lo que no se comienza, no se acaba.

Y en esas estamos tres siglos después. 
Artículo completo: El agua ha de esperar