De un tiempo a esta parte venía conviviendo con un pequeño intruso en mi pierna izquierda. Allá por el vasto medio, cerca de la rodilla, se me había formado un pequeño quiste, que aunque no daba la lata, siempre era susceptible de darla y de aumentar de tamaño. Así, de común acuerdo con el cirujano recomendado por mi anestesista favorito y ángel de la guarda familiar, fijamos fecha para su extracción.
Esta mañana, desapacible y nublada tenía mi cita con el quirófano y tras los inevitables trámites administrativos y firmas a ciegas, hora y media de espera. No es nada, te dices, un poco de gusa en el estómago, te llama una moza vestida de azul con su redecilla de colores y le sigues como un corderillo; te pide que despejes la zona de operaciones y te tumbes en la camilla con un lamparón enfocado al ojo. Sabanita azul por encima, cacharreo de utensilios de la palangana de desinfección al carrito que te arrima al costado; guantes de látex azul y una aprendiza a su vera intentando absorber conocimientos al mismo tiempo que mi pierna se pinta de betadine.
Terminados los preparativos, comparece el artista saludando educado y preguntando por el objeto de su trabajo. ¿Dónde está la autorización? ¿Dónde el consentimiento firmado? ¡Mecachis! ¿Y si me voy? Ya es tarde, la inyección de anestesia me tuerce el gesto y me acuerdo de su madre. ¡Qué jodío!, como se nota que a él no le duele. Sin pausa, un tajo y chorrete de sangre resbalando por la pierna, ¡ris, ras!, dos o tres cortes rápidos y el intruso aparece ante mis ojos colgando de unas pinzas antes de acabar en el bote de biopsia. Sutura rápida, solo la capa externa, léase el papelito que le van a dar y ¡Hasta luego Lucas!, uno más y uno menos para acabar la jornada de cirugía. Las mozas vuelven a la acción, limpian la zona operada y aledañas, aplicándole un apósito junto con los consejos rutinarios y mientras te recolocas en tu ser, se van a buscar un nuevo corderillo para reiniciar la rutina.
Con el papelito en el bolsillo te vas a casa, te miras el apósito y ves que has sangrado un poco más de la cuenta, ¡Mecachis! de nuevo. El primer párrafo del papelito aconseja esperar quince minutos en la clínica antes de volver a casa. Prometo leerme de cabo a rabo todo lo que me den cuando vaya a un hospital, desde el impreso del consentimiento hasta las instrucciones finales, aunque ya no tengo ganas de volver en una temporada.
Ilustraciones de internet.