viernes, 22 de octubre de 2010

Midiendo el tiempo

Miles de años de evolución y los hombres y mujeres evolucionados durante tanto tiempo, no hemos conseguido ponernos de acuerdo en algo tan simple como debiera ser la medición del tiempo. Este es un tema recurrente, lo sé, pero no por ello dejaré de dedicarle unos pensamientos.

El tiempo es para el hombre un concepto matemático, y lógico es que se atribuya al hombre el invento del reloj, el primer reloj solar con cierta exactitud se le adjudicó al filosofo griego Anaximandro, aunque seguro que los egipcios, los chinos y los incas ya coqueteaban con las mediciones solares con anterioridad. Luego vinieron el de agua, el de arena, el de péndulo, el de cuerda, hasta llegar al de Rafa Nadal que es lo más de lo más.

 Para la mujer, el tiempo es más un tema filosófico y de conveniencia que otra cosa; lo utilizan a su antojo y lo estiran o lo acortan a voluntad en función de sus necesidades del momento. Posiblemente esta fuera una de las razones que incentivaron a los maridos inventores de relojes, para intentar conseguir la mayor exactitud posible de sus artilugios: la despreocupación temporal de sus esposas.

No hay nada como algunos ejemplos para ilustrar el tema:

1º Cuando un hombre dice ¡Ya!, es ya; para la mujer "Ya" es: "Vete abriendo la puerta que me estoy retocando los labios y tengo que coger el bolso y darle una vuelta a la casa por si quedan luces encendidas, grifos abiertos o alguna hoguera sin apagar".

2º Un minuto para el hombre son 60 segundos; para una mujer, "Me queda un minuto" es sinónimo de: "No te desesperes que me estoy cambiando de blusa y aún no tengo claro si los zapatos me van con el conjunto, pero seguramente me decidiré pronto".

3º Dos minutos suponen para el hombre exactamente el doble que uno, 120 segundos, en cambio para la mujer, cuando asegura que "Me quedan dos minutos", se habre un amplio campo de posibilidades, desde "Estoy en la ducha y me voy a lavar el pelo", hasta "Tengo cinco posibilidades de atuendo para salir y no me decido por ninguna y me planteo un par más de conjuntos", pasando por "Tengo que terminar una conversación telefónica de última hora" y que se alarga indefinidamente.

4º Cinco minutos para el hombre son un lapso de tiempo suficientemente amplio como para bajar la basura, sacar el coche del garaje, bajar a comprar el pan y cosas por el estilo. Para la mujer, cinco minutos son, simplemente, una eternidad, un mundo de oportunidades en el que pueden caber, con facilidad, actividades suficientes como para llenar una jornada.

5º Un rato para el varón es solo eso, un rato. Para la mujer un rato es sencillamente inconmensurable, aunque a veces puede llegar a sorprender (raramente), y convertirlo en un lapso de tiempo parecido al del hombre.

A partir de aquí, las medidas de tiempo se distancian tanto entre sí, según su interprete, que resulta practicamente imposible conjugarlas, y por tanto, no merece la pena seguir con disquisiciones sobre el tema y lo que procede es llegar a una conclusión: Si el tiempo se rigiera por parámetros femeninos, no existiría el extrés, no se llegaría tarde al trabajo ni a la escuela, y lo que es más importante, las mujeres gobernarían el mundo y seguro que lo harían bien.

Yo aun no estoy preparado para tamaña involución, pero seguro que el futuro va en esa dirección, porque, en definitiva, en el 90% de las ocasiones, un rato arriba, un rato abajo no lo cambiará. Y por supuesto, todo esto no es más que una mera elucubración subjetiva de un maniático de la puntualidad.

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