sábado, 19 de mayo de 2012

Los Carriteros


Desde hace un tiempo, una nueva modalidad laboral se asoma a nuestras calles. Bueno, no es nueva, desde siempre hemos conocido a los chatarreros, que con vehículos más o menos estrafalarios recorrían nuestras calles recogiendo todo aquello a lo que pensaran poder sacar algún provecho. La novedad la aporta el medio de transporte utilizado por los modernos carriteros.

El Estado del Bienestar que nos hemos organizado los habitantes del primer mundo, ha traído entre otras "moderni-comodidades", los Centros Comerciales, Grandes, Medianas y Pequeñas Superficies, Supermercados y demás establecimientos donde el que tiene dinero, o crédito, puede aprovisionarse de todo lo que necesita y de lo que no necesita también.

Denominador común de todos estos lugares son los carritos, más o menos grandes, -en función de los estudios de mercado realizados por cada cadena- que los consumidores tenemos a nuestra disposición para atestarlos, hasta hacerlos ingobernables, con todo aquello que junto con la luz y el agua caliente nos resulta imprescindible para sobrevivir.

Este es el uso para el que dichos vehículos fueron diseñados y por tanto carecen de amortiguadores, ruedas de tacos, frenos, luces, bocina y todos aquellos adminículos que sus diseñadores consideraron innecesarios para su disfrute específico, y que cada vez se tornan más necesarios dados los usos urbano-alternativos que ahora reciben.

Tras la aparición del carrito en nuestra geografía urbana, hará ya los 25 años, poco a poco lo hemos ido acomodando a nuestras necesidades. Al principio nadie osaba hacerse con uno de aquellos chismes, propiedad privada, que era respetada como muchas otras cosas por aquel entonces y sobre las que no viene al caso disertar ahora.

El primer uso "extra centro comercial" que le conocí al carrito, fue en las novatadas universitarias, para escarnio de novatos y regocijo de veteranos que se hacían pasear en ellos en las noches festeras de principio de curso, y ¡Como no, en Murcia!, rápidamente se generalizó su hurto para el transporte de bebidas y viandas por jóvenes espabilados el día del Bando de la Huerta. De ahí a su uso generalizado para el consentido "botellón", solo ha ido un paso.

Todos estos usos lúdico-festivos, vienen conviviendo de unos años a esta parte y con una proliferación que sería inusitada de no ser por la manida crisis, con el que le dan aquellos a los que he denominado carriteros, inmigrantes, ciudadanos de tercera, que rebuscan un día sí y otro también en nuestros estupendos cubos de colores para reciclar basura, que esperan pacientemente en las puertas de mercancías de los Mercadonas y similares para reciclar en primera persona los desechos caducados o por caducar, después de una larga jornada recogiendo todo aquello que los que no tenemos carrito tiramos por inservible.

Ahí están, cada vez más habituales, tanto que ya nos cruzamos con ellos sin verlos, vagando de acá para allá, sin descanso, por una mísera recompensa, en el primer mundo que los deslumbró en sus orígenes con una vida mejor y que aún no siéndolo, se resisten a abandonar. ¿Cuantos carriteros son necesarios para remover las conciencias de los que nos organizan la vida, y las nuestras propias? No todas las crisis tienen el mismo apellido, hasta en esto hay categorías y los carriteros se llevan la palma.