Pasarela de Manterola sobre el rio Segura |
Lo más parecido a un puente colgante de esos de cadenas o cuerdas con tablazón inestable es la Pasarela de Manterola. Un mástil enorme y tropecientos cables de acero tienen la culpa. Que según la cantidad de pasajeros, el ritmo de su caminar y el punto en el que se encuentren, hacen de cruzar la pasarela una aventura digna de Indiana Huerta.
Da lo mismo el sentido de la marcha, tú comienzas a atravesar el tablero con paso confiado; de primeras bien, pero según te acercas al centro, aquello empieza con el bamboleo, que parece que estés sobre una alfombra mágica a punto de alzar el vuelo. El estómago y la cabeza intentan acompasarse al suave balanceo y cuando llegas al otro extremo y pisas tierra firme, parece que vayas a pasar la prueba de la alcoholemia y no encuentres la linea recta.
Lo peor es si te paras a mirar por la baranda, que si los patos por aquí, que si un cisne por allá, que si la espuma que lleva el río y cuando te quieres dar cuenta pareces un pato mareado intentando salir del atolladero, con las piernas bien abiertas y balanceando los brazos para mantener el equilibrio. Si no tienes barco no importa, un rato en la pasarela y acabas sintiéndote como un lobo de mar.
¿Exagerado? Anda, prueba un rato y ya me cuentas.