domingo, 30 de enero de 2011

Casas cueva en Archivel

De Archivel son conocidas sus viviendas rurales, sus afloramientos de agua en Los Ojos y en La Muralla, sus yacimientos arqueológicos, su castillo romano y su Santo, además, claro está, de sus fiestas patronales en honor a Santa Bárbara y la Virgen de la Esperanza. Se sabe de su riqueza agrícola y ganadera así como de su situación privilegiada en el Noroeste murciano.


Sin embargo, pocas referencias se encuentran a un peculiar asentamiento en una ladera, al oeste del núcleo urbano del que forma parte. A simple vista es un cerro más de suave pendiente que rodea el pueblo, sin embargo al echar la vista al suelo, uno se topa con un singular entramado de senderos que acceden a todo un conjunto de viviendas excavadas en el subsuelo de la ladera.





Con los años, algunas de estas viviendas subterráneas pasaron a formar parte de viviendas en superficie, acreditando al menos, el paso de sus propietarios a mejor posición en la vida. Este grupo constituye una minoría en el conjunto del barrio.








El grupo más numeroso viene conformado por las viviendas excavadas que aún conservan sus puertas y ventanas y que aparentemente al menos, aún siguen siendo habitables, prueba de ello los postes de la luz con sus correspondientes contadores que hay junto a alguna de ellas, o los cuidados frutales plantados en su minúsculo recinto.

En el conjunto llama la atención la gran cantidad de pequeños montículos de piedra diseminados por doquier, y que son, ni más ni menos, la salida de las chimeneas de estos hogares subterráneos.




El último grupo de casas  cueva lo conforman aquellas que, bien a causa del derrumbamiento del techo, del abandono o del expolio, han quedado expuestas a los ojos curiosos que al ver su interior, con dificultad alcanzan a imaginar las condiciones de vida de sus habitantes, semienterrados en ellas durante tantos y tantos años en que se conocía a Barranda, Archivel, Singla y Caneja, como los cuatro pueblos del hambre vieja. 

En calesa por el Segura

Las autoridades competentes, ya que no pueden conseguir que el río Segura lleve más agua por su exiguo cauce, -no tienen la llave del grifo-, al menos han acondicionado sus riberas para facilitar el tránsito de personas y vehículos. Así, en una de ellas, los murcianos gozamos de carril bici (un poco estrecho), carril peatonal, carril de servicio para vehículos autorizados (por el que circulan a sus anchas todo tipo de ellos no autorizados), y una franja pedregosa que limita directamente con la rivera del río. En la contraria, no hay distinción de carriles, y solo una pista de tierra y grava permite el acceso a la misma; por aquella circulan coches, bicis, furgos, motos, caballos y entre ellos la calesa de las imágenes, que le da un ambiente retro-huertano a la mañana festiva.

Mientras tanto, por el carril agua circulan libremente los patos y demás fauna acuícola, ajenos al continuo trasiego  de personas y cosas que transitan sin cesar por sus márgenes.