Cajero rumboso |
Allá que me planto frente al cajero y este me anuncia que si quiero ganar un 5% por mi dinero, pregunte aquí. ¡Pues claro! y si es sobre la marcha, mejor, así que busco el botón o el micrófono que me permita preguntar y no lo hay, pruebo una tras otra con las ranuras que se me ofrecen, pero siguen mudas. Levanto un poco la voz -por si al ser una máquina fuese un poco dura de oído y le cuesta-. Nada, intuyo que no me escucha, y descarado me ofrece ganar un viaje a la final de la Champions. Pues no es lo mismo, aún si fuera del Barça, quizá, pero no es el caso.
No me conformo e insisto: ¡Que sí, que quiero ganar un 5 % por mi dinero! Nada, ni un triste soplido por alguna de sus varias bocas. Me mira impertérrito y yo lo contemplo irritado, acordándome en ese momento de los versos de Zorrilla:
Clamé al cielo y no me oyó
y, pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, y no yo.
Eran las 8 de la tarde, y me fui.