domingo, 6 de febrero de 2011

Ligero de equipaje


Como todos los días, de vuelta a casa nos encontramos fugazmente; él aún está en plena jornada laboral, arrancando lamentos a su acordeón y esperando el tintineo de unas monedas en su desvencijada caja de cartón.

Para mí es un virtuoso, porque saber tocar dos mini-pianos simultáneamente y a dos manos, mientras le mete y saca aire al instrumento, se me antoja harto complicado, aunque él no parece darle importancia. Uno más de la  legión de acordeonistas estratégicamente situados por toda la ciudad.

Este del Puente Nuevo tiene cara de simpático, y ahí está, al solecito del mediodía dale que te pego con su sintonía. No pide, ni te mira atravesado si no contribuyes a la causa, solo mueve rítmicamente sus manos y sus dedos para hacer cantar su instrumento, sin perder la sonrisa (el último día se arrancó con “los pajaritos” de Mª Jesús y su acordeón)

Me imagino que procederá de algún país del este, porque para ser del sur es demasiado blanquito, y para ser del norte o del oeste, demasiado pobre. En dos metros cuadrados despliega sus posesiones: un carro del Hiper con su raquítico equipaje, un acordeón y su cajita de cartón.

Como el hombre de la camisa feliz, parece no necesitar mucho más para vivir y mientras él camina ligero de equipaje, nosotros necesitaríamos un buen camión de mudanzas para trasladar todo aquello que consideramos imprescindible en nuestra existencia. Y sin acordeón.