viernes, 13 de abril de 2012

Viernes y Santo en San Nicolás

Última Cena

Medias de repizco

Carro bocina

Saxofón

Ilusión

No hay edad

Cofrades músicos

Nuestro Padre Jesús

Gastadores


Fue el Viernes Santo Murciano, la Procesión de los Salcillos, de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, los “moraos”. Moraos de todas las tonalidades posibles, con sus túnicas nuevas o gastadas con muchos soles mañaneros a sus espaldas; con sus archifamosas tallas salcillescas, sus estantes, sus penitentes y mayordomos, sus bandas de música, carros bocina y tambores burlones, sus senás repletas de ilusiones para pequeños y grandes, sus cirios y cruces, sus pies descalzos y capirotes apuntando al cielo.

Esa fue la Procesión un año más, en un día radiante que iluminó como siempre a una Cofradía que necesita del Sol para lucir con todo su esplendor, y el Sol le hizo un guiño favorable en una semana de tiempo incierto.

Tres horas, entre encontrar lugar, esperar el cortejo y ver pasar al último soldado del piquete de paracaidistas, dan para muchos y hasta insólitos sucesos: desde la niña que acomoda su madre en una silla vacía a nuestra vera y que cuando regresa, pasado un tiempo, para ver si quiere ir a otro lugar en el que le ha encontrado acomodo, prefiere quedarse con nosotros y seguir escuchando historias de Semana Santa mientras alarga el brazo para alcanzar los caramelos que le ofrecen los penitentes, hasta la inesperada ducha de cerveza helada que entre La Cena y El Huerto, me chorreó la espalda y que dio lugar a un almuerzo tan inesperado como opíparo de parte del involuntario “regaor”, que parapetado tras la ventana desde la que habían cometido el desatino, intentó con todo éxito hacerse perdonar y acabar emplazándonos en el mismo lugar para el año próximo.

Da tiempo a conocer a los vecinos de silla, a charlar con los amigos que viven en el edificio de enfrente y que con toda su familia contemplan el cortejo desde sus engalanados balcones, hasta ver a esa magnífica niña que camina con su cruz y que en pocos días cambiará por el ramo de novia y que te envía un puñado de caramelos, a echar un chascarrillo con ese padre de numerosa familia repartida por el cortejo, o ese diminuto penitente ofreciendo sus golosinas a los niños que se acercan,  y a saludar a la compañera de trabajo que, apresurada, pasa dejándote su rastro en las manos, o a ese compañero de carrera, estante de Nuestro Padre Jesús, y tantas y tantas anécdotas que hacen diferente cada Viernes Santo en la calle de San Nicolás.

El Pino de la Cantina ya es Historia

Pino de la Cantina. 2008

Pino de la Cantina 2012

Pues sí, después de un buen puñado de años irguiendo sus tres brazos centenarios frente a la Sierra de Mojantes, el Pino de la Cantina se ha despedido de este mundo, quizá a causa de la última poda sanitaria que sufrió, quizá porque la rambla de la que bebía dejó de aportarle agua o quizá de muerte natural al alcanzar su limite vital.

La noticia saltó a la prensa hace un par de meses, y como siempre, pensé, se acuerdan de uno, solo cuando se muere, aunque lo que realmente me sorprendió fue que el autor de la noticia, http://nuestra-tierra.laverdad.es/naturaleza, utilizó los datos que yo me curré hace más de un año, cuando lo presenté en sociedad en la entrada que lleva por título, “El Pino de la Cantina” en: http://margildibo.blogspot.com.es/2011/04/el-pino-de-la-cantina.html. Así, aparte de su localización geográfica, da por buenas las medidas del mismo y que yo había calculado partiendo del tamaño del personaje situado a sus pies: 17 metros de altura, 6,5 metros de perímetro y 23 metros de contorno; datos que quedarán para la posteridad, salvo que alguien los refute mejor, antes que después, porque el pobre pino ya no es ni sombra, y nunca mejor dicho, del magnífico ejemplar de Pino Rodeno que fue.

Descansando en paz quede, siempre lo recordaré verde y majestuoso como lo conocí.