miércoles, 19 de enero de 2011

Tirar la piedra y esconder la mano

Pedro Alberto Cruz. consejero de Cultura de la CARM
De aquellos polvos, estos lodos. Frases, dichos y refranes del acervo popular aplicables al hecho objetivo de la cara partida del Consejero Cruz, hay muchos, y entre ellos el que traigo a colación, me parece de lo más oportuno.

Cuando el pasado jueves 23 de diciembre el colectivo funcionarial tuvo noticias del recorte en sus economías domésticas, que el ejecutivo murciano planeaba aprobar con el nombre de "Ley 5/2010, de 27 de diciembre, de medidas extraordinarias para la sostenibilidad de las finanzas públicas.", y se formó una manifestación espontánea en la Cámara de Comercio murciana para decirle cuatro lindezas a Valcárcel (Que oliéndose la tostada, no se presentó), y un grupo de exaltados zarandeó a los primeros populares que se echaron al cuerpo, se inició una escalada de incontinencia verbal y de la otra, que ha calentado y mucho al personal.

Estamos saliendo a manifestación semanal con lanzamiento de huevos incluido contra la fachada donde vive el Presidente (Que está quedando niquelada con tanta yema y tanta clara); con los sindicatos coreando consignas y persiguiendo a los consejeros como si fueran del Cobrador del Frac, que te sigue y te persigue con ahínco, y para remate, con el partido de la leal oposición, que no se ha visto en otra para tocarle las narices a los que gobiernan (Aunque, paradojas de la vida, su jefe supremo, el de la Ceja, les haya felicitado por las medidas adoptadas).

Vamos por partes: que hay que tomar medidas de austeridad porque si no el invento se va al cuerno, es algo que nadie discute; que las medidas que se han tomado no son las más oportunas, pues depende de a quién le haya tocado la china; que son manifiestamente mejorables y completables, por supuesto; que deberían ponerse de acuerdo en ellas los que gobiernan y los de enfrente, muy deseable. Pero calentar la cosa por intereses partidistas, hasta conseguir un clima de enfrentamiento que de lugar a que un miserable resentido se sienta legitimado para partirle la cara a un prójimo al grito de ¡Sobrinísimo, hijo de puta!, no es admisible bajo ningún concepto, y mucho menos en un Estado que se tiene por democrático y defensor de las libertades, donde todo se puede discutir y en último caso, se puede desalojar al inepto por la fuerza de las urnas.

Si te saltas las premisas básicas de la convivencia, la tolerancia y del sentido común, fomentando el odio y el revanchismo desaforados, te acabas encontrando con la guinda del pastel. Entonces es cuando llega el momento de esconder la mano y mirar para otro lado poniéndose muy digno, mientras el agraviado saca pecho dispuesto a vengarse trabajando.

Al bueno del Consejero le han partido la cara, pero el golpe nos ha tenido que escocer a todos, porque sabemos que ese no es el camino.