La Real Academia Española le da dos acepciones como adjetivo:
1º Dicho de un cuerpo: No sometido a la gravedad.
2º Ligero, suelto y tenue como la gasa o la niebla.
En el caso de mi personaje de hoy, por muy poética que sea la segunda definición, está claro que le cuadra más la primera. Salta a la vista que hay un cuerpo y por la postura, se le ve cómodo mientras desafía la gravedad. Por supuesto que hay truco, pero muy bueno, o al menos eso le parece a los viandantes que lo contemplan. Dos niñas en actitud entre reverencial y asustada, un caballero que echa humo perplejo, otro se frota los ojos incrédulo, dos más miran de reojo buscando el ardid y la mejor, la señora que mira al cielo buscando el hilo invisible que sujeta al individuo.
Cómo realiza la magia es lo de menos, lo de más es lo alegórico de la imagen en relación a la situación que estamos pasando: No acabamos de creernos la que se nos viene encima aunque la esperamos con espectación y un tanto asustados; estamos perplejos ante la ineptitud de nuestros gobernantes, y mientras esperamos que nos muestren el truco que nos saque del atolladero, miramos al cielo esperando la intervención divina.
Seguro que se merece unas monedas.