De la familia de bichos prehistóricos que aún conservamos, la salamanquesa es el que mejor me cae, con diferencia; las lagartijas no me disgustan, pero son demasiado nerviosas, en cuanto te ven o te intuyen huyen como centellas dejando un rastro fugaz del verde iridiscente de su cola (eso cuando no has intentado echarle mano y te has quedado con ella retorciéndose ante tus ojos mientras te burla su dueña), los lagartos son más serios pero igual de esquivos, aunque si te pones, te hacen frente enseñándote sus dientes en hilera que dejan señalados en el palo que les acercas; estos son los de andar por casa, de los foráneos: caimanes, cocodrilos, dragones de Comodo, ninguno me cae especialmente simpático, quizá las iguanas por su parsimonia y saber estar; también los camaleones tienen su punto, eso de cambiarse el uniforme en función de las circunstancias es muy práctico y muy a propósito de los tiempos que vivimos.
La salamanquesa es como de la familia, si te conoce no se asusta, te deja verla y observarla (ella te observa también a ti por la ranura de sus ojos siempre abiertos), no te molesta, ella viaja por el techo y por las paredes y tú, generalmente solo por el suelo; no te disputa la comida, ella se alimenta de todos los molestos bichitos que comparten la casa con nosotros: moscas, mosquitos, polillas, arañas ... y nosotros nos comemos lo demás. Cuando consigues que una salamanquesa se instale en tu casa, es buena señal, ya tienes triturador de basuras orgánicas gratuito, limpio y eficaz para diez años, y con suerte con el tiempo contará con ayudantes. Definitivamente le tengo cariño a Sarita, la descubrimos hace unos días en la casa de madera. Espero que se quede, comida no le va a faltar (Y cariño tampoco)