¡Lo echaba de menos! ¡Cuánto lo echaba de menos!
Acabar un curso con sangre sudor y lágrimas, contra viento, marea y profesores que no creían del todo en mí; terminar en el Flori, en junio, como los buenos; la Selectividad aprobada a la primera; la llegada a la Universidad, seguir estudiando, todo tan igual y tan distinto ... y se quedó por el camino, el voley se quedó por el camino, la responsabilidad de mi primer año universitario, mi entorno no ve claro el tiempo que habré de robarle al estudio con los entrenamientos. Me rebelo por dentro ¡Me gusta tanto! Busco otras alternativas, parches en fin para dar una mínima salida a lo que llevo dentro; matar el gusanillo a ratos, conocer y compartir con otras mi afición. No es suficiente. Quiero más y no puede ser; el año del salto a la Uni no puede ser. Estudio y espero mi oportunidad.
Seis años jugando al voley, voy pensando cuando aterrizo en el Campus de San Vicente. Repaso las ofertas deportivas de mi nueva casa, y la encuentro: En Alicante hay equipo universitario femenino de voley y entrenan a cinco minutos de mi Resi y van a hacer pruebas para entrar en él.
Tengo un pellizco en el estómago, ¡hace tanto que no juego! habré perdido el toque, ¿Como andaré de reflejos? Me asomo a la puerta del pabellón donde se han convocado las pruebas, somos más de cuarenta, me preocupa la cicatriz de la ceja, vacilo, son muchas, ¿Lo conseguiré? Mejor lo dejo, no estoy en forma, además me puedo dar un golpe en la herida. Me voy.
No, no me voy, me gusta demasiado, olvido el pellizco del estómago, olvido la ceja, olvido mis miedos. Me concentro, lo voy a hacer bien y por un momento me olvido de todo y vuelvo a disfrutar como cada vez que salto a una cancha de voley y corro y salto, y saco y recibo, dedos, antebrazos, remate ... Estoy contenta, estoy feliz, estoy ... ¡Estoy en el equipo!