viernes, 30 de septiembre de 2011

El que la sigue la consigue

ELMUNDO.es Miami

 jueves 29/09/2011
¿Cómo conseguir una mansión por 16 dólares en Texas?
• Un hombre se adueña de una casa de lujo gracias a una vieja ley de Texas.
• Los propietarios la abandonaron cuando la embargó el banco, que quebró.
• Kenneth Robinson no tendrá el título de propiedad hasta pasados tres años.

Vivienda con dos plantas, jardín y piscina.

Kenneth Robinson es uno de los hombres más envidiados de Texas después de haber comprado una mansión valorada en 330.000 dólares por la ridícula cifra de 16 dólares.

La gran pregunta de cómo lo hizo tiene una simple respuesta: este hombre de mediana edad se aprovechó de una vieja ley estatal que permite reclamar la propiedad de una vivienda abandonada si sus dueños no se oponen.

Kenneth Robinson delante de su casa
Según informan este jueves medios locales, los propietarios originales de la casa la abandonaron cuando fue embargada por el banco, entidad que poco después quebró por las deudas. Por lo que parece que nadie puede reclamar la propiedad de esta lujosa casa de dos plantas, con jardín y piscina.

Tras meses de investigación, Robinson descubrió que la vivienda llevaba más de un año abandonada y decidió hacer uso de dicha ley, pagando una cuota de 16 dólares a una corte local de Texas, quien le otorgó el derecho a ocupar la mansión.

Los vecinos no recibieron de buena gana al nuevo inquilino y llamaron a la Policía para que lo desalojaran, aunque los agentes no pudieron hacer nada ya que el hombre entró con sus propias llaves y un documento judicial.

Sin embargo y según la misma ley, el texano, divorciado dos veces, con seis hijos y dos nietos, no tendrá el título de propiedad de la vivienda hasta que no haya vivido en ella de manera continua durante al menos tres años.

Los hay que esperan la suerte y pasan toda su vida asomados a la puerta sin verla llegar. Los hay que salen a buscarla y esos, esos son los que la encuentran. ¡Pues hala, a buscar, que las oportunidades están ahí al alcance de quién se lo proponga! 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Aviso Importante


Recuadro pequeñito en la página 11 de La Verdad.

11 días después de la última de feria, de rejones, la mejor, según dicen, alguien busca a otro alguien que se encontraba en la plaza ese día.

Y a partir de aquí, los interrogantes: ¿Uno que dijo, me voy a los toros, y no ha vuelto? ¿Compañero ocasional del tendido de sol que no dio correctamente su teléfono a propósito o despropósito? ¿Le estarán buscando para que pague la entrada o la limonada? ¿Querrán saber si estaba buena? ¿O será para preguntarle la marca de la camisa, que se antoja bonita? ¿Será un mensaje en clave de esos que los espías se intercambian a través de los periódicos, disfrazados de inocentes avisos? ¿Será una nueva forma de enmascarar elegantemente los anuncios de contactos que pueblan las últimas páginas de los diarios? ¿O quizá será una contraseña para reclutar mercenarios en una guerra remota? ¿Será una broma? ¿Qué será?

Quizá pueda ser el inicio de una novela de intriga misteriosa como las que suele escribir mi buen amigo y librepensante Jero Tristante, "El extraño caso del chico de la limonada". En todo caso, si alguien lo conoce, no deje de decirle que le andan buscando.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Buitres Leonados

 
 Colonia de Buitre leonado ( Gyps fulvus ) de la buitrera de Sierra de Mojantes. Caravaca de la Cruz. Murcia

Buitres leonados remontando el vuelo 1
Buitres leonados remontando el vuelo 2

¡Ríete tú de los meteoritos o de los ingenios espaciales descontrolados cayendo a tierra!

El 11-S del 11, aniversario del atentado contra la civilización occidental por antonomasia, en un rincón perdido del noroeste murciano, los buitres caían como misiles. Sobre las 3 de la tarde de aquel domingo, uno tras otro fueron apareciendo veloces, con las alas plegadas y en picado, decenas de buitres al lado de mi casa, y digo al lado sin exagerar.

A menos de 100 metros, en la cima de un pequeño cerro, se congregaban con gran algarabía y aleteos, sin duda atraídos por alguna res muerta abandonada por los pastores. En unos pocos minutos, más de sesenta individuos se congregaron en el improvisado muladar en animada conversación y tirándose algún que otro picotazo de aviso, por aquello de las jerarquías a la hora de comer.

Fue un espectáculo fantástico por lo inesperado, una congregación de buitres impresionante para la zona, y aunque no son los animales más agraciados del mundo, su majestuoso vuelo consigue tenerte embobado siguiendo sus evoluciones, mientras ascienden subidos a las térmicas sin apenas esfuerzo, perdiéndose de vista en la lejanía, o llegando de improviso como centellas llovidas del cielo guiados por la carroña.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Banda en el Cardo y la Lavanda 2

Abejorro y escarabajo mariquita compartiendo un cardo borriquero
Escarabajo de alas azules
Avispón
Esfinge Colibrí (Macroglossum stellatarum L.)


jueves, 22 de septiembre de 2011

La Cita


Pues sí, la cita, pero no la cita de una frase célebre, ni la cita de negocios, ni la cita de amoríos, ni la cita al toro para que entre al capote, ni la más trivial y agradable de las citas, la del amigo para echar el rato. No, la otra cita, la del médico, esa que nadie pide con entusiasmo, salvo que algo duela mucho y aún así, uno la pide resignado.

Pues en esas estaba yo esta mañana, que toca revisión del aparato visual y me he de poner en manos de mi doctora favorita de la S.S., para lo que previamente hay que solicitar la dichosa cita para acabar en su poder.

Ya iba mentalizado para el ejercicio de paciencia que toca cada vez que entras en territorio medicalizado, así que saltándome la cola del ascensor (que era minina), he hecho un poco de "cardio" que diría un "sport trainer" y he subido a paso ligero los cuatro pisos que llevan a las consultas de oftalmología del Morales Meseguer.


Mientras recuperaba el resuello, he tomado posiciones en la cola frente a las ventanillas donde ofrecen información diversa y fundamentalmente cumplimentan las citas para el servicio. 11,50 h. de la mañana, 4 o 5 personas delante y en pocos minutos me convierto en sándwich de bonito con otra media docena detrás.

Hasta ese momento, mi alforja de paciencia se encuentra intacta y observo curioso a mí alrededor: los ascensores aligeran su carga a intervalos regulares, la sala está "petada" de clientes, el altavoz recita su letanía de nombres poco a poco y los afortunados desaparecen por el pasillo rumbo a las consultas.

- Pues a mi madre la operaron en mayo del año pasado y quiere que la vean para revisar la operación.

- Que no tengo el papel del médico, que lo tendrá mi hermano, pero mi madre quiere que la vean.

- Que el médico le dijo que viniera al año de la operación para revisión y no le daría ningún papel.

Hasta aquí, normal, explicaciones y contra explicaciones a ambos lados de la ventanilla, pero cuando la conversación se repite machaconamente hasta cinco veces, palabra por palabra, incluidos los tiempos muertos para mirar la pantalla del ordenador, el resto de la cola que va creciendo hasta la escalera, se agita nerviosa hasta que, por fin, la citadora se digna otorgar la dichosa cita y la señora de blanco agarra su papel y desaparece escaleras abajo. 10 minutos largos de negociación.

Un par de turnos facilones después, dos morenazas de color avellana con un morenito pequeño y cara de bueno, se posicionan ante la ventanilla. Con su papel en la mano, parece que la cosa sea fácil. ¡Pues no! Resumiendo mucho:

- ¿Para quién es la cita?

- Para esta, señala la interprete a su colega que parlotea en su idioma avellana.

- Pues necesito que se identifique.

- La parlanchina saca una tarjeta sanitaria.

- No está registrada, menea la cabeza la dispensadora de citas.

- ¿Este es el nombre de ella?

- No, de su marido.

- ¿Y este?

- El apellido.

Por fin aparece en el sistema. Suspiro de alivio en la cola, el morenito ya ha atropellado a unos cuantos pacientes con su silleta mientras espera aburrido. Otros 10 largos minutos se han ido.

Una señora mayor se salta la raya amarilla y haciéndose la tonta, intenta colarse como en la carnicería. No tiene éxito, ¡está la cola como para que alguien se cuele!

Otra más intenta que le den cita por la mañana temprano, por no se qué del trabajo. ¡Bendita mujer que cotiza para que 12 millones, entre parados y jubilados, subsistan en este país de cuchufleta! Y me toca, 35 minutos después de instalarme en una cola de 6, me toca. La paciencia hace tiempo se me escurrió por las costuras de la alforja cuando me pongo frente por frente con la ventanilla por medio, con la apática dispensadora y no me puedo contener.

- Mucho trabajo para una persona sola (comento señalando con la cabeza la silla contigua, con una bata colgando y vacía desde que llegué).

- No estoy sola, mi compañera ha salido a desayunar.

- Pues se lo está tomando con tranquilidad, son las 12,35 y está "missing" total.

- ¡A ver si es que no va a tener derecho a desayunar!

- El mismo que nosotros a que nos atiendan en un plazo razonable.

Y poco más, consigo mi cita y regreso por donde he venido. ¿Me podría haber callado? Posiblemente, pero me cuesta no ejercer uno de los pocos derecho que nos quedan a los españoles.

El derecho al pataleo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

El Descabello

Suerte del descabello. Morante y su cuadrilla

¡Coge una escopeta y remátalo!, bramaba un "afisionado" desde el tendido, mientras el respetable coreaba la cuenta de descabellos infructuosos, ¡11!, ¡12!, ¡13!..., y el maestro se encogía de hombros con los brazos abiertos y el estoque de descabellar balanceándose en su mano. Nuevo intento clavando el pincho y hurgando en el hueco ante la bronca del respetable; por fin, un par de pinchazos después, el toro tiró las patas por alto, (por pura desesperación)

La faena de capote, picadores, banderillas y trasteo con la muleta, no había pasado de los 5 minutos cuando al artista Morante de la Puebla se le atravesó el toro y decidió echar mano del estoque, y después, de su repertorio de descabellos en los que se empleó a fondo durante 10 largos minutos en los que escuchó todo tipo de lindezas.

Motivo de repulsa para los antitaurinos, los verdes, los ecologistas y para cualquiera con un poco de sensibilidad, el espectáculo de un señor de lamparillas escarbándole en el cogote a un toro con un pincho hasta el esperpento, mientras el animal se bamboleaba ante la desesperación de su matador y el cabreo del personal.

Vale que el descabello es una suerte más de la lidia, vale que cueste atinar para rematar al animal, pero digo yo que antes de ofrecer un espectáculo de matarife o de la niña del exorcista, clava que te clava, el reglamento del festejo podría contemplar la posibilidad de retirar al animal para darle una muerte rápida en los corrales y sacarle tarjeta roja con multa incluida al incapaz, por mucho que se encoja de hombros, que para eso cobra y le debe un respeto a los “afisionados” y público en general.

martes, 13 de septiembre de 2011

"Polimovil"

Que digo yo, que los "polis", esto es, los miembros (y miembras) de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como aquí gustamos en denominar al colectivo que se dedica a mantener la ley y el orden dentro y fuera del territorio patrio, y en concreto, los del C.N.P., no están por encima del bien y del mal, salvo, claro está, cuando van en misión oficial con las sirenas ululando, las luces azules girando sicodélicamente y conduciendo a toda pastilla entre el tráfico, para ganar unos pocos segundos a fin de evitar la comisión de un delito o cazar algún delincuente con las manos en la masa.

Digo esto, porque hace unos días, circulando por Ronda de Levante en dirección al túnel de Las Atalayas (en Murcia, para los foráneos), adelanté a un coche del C.N.P. (de esos que pone POLICIA en el costado y un número gordo en el techo), tripulado por dos jóvenes uniformados con el pelo de punta (por la gomina, creo) y en el que el conductor, con una mano en el volante y la otra en los … medios, manipulaba un teléfono móvil sin prestar la menor atención al frente.

Yo lo vi, él me vio y supo que lo había visto con las manos en la masa, ¿se cortó?, ni un pelo; a la altura del túnel ya iba en amigable conversación con el teléfono disimulado entre la mano y la oreja de la ventanilla, como tantos y tantos usuarios. La diferencia está en que se supone que éste es el defensor de la ley y ejemplo para los tantos y tantos de su cumplimiento, y da mal rollo que con toda la desfachatez del mundo, por el hecho de ir de uniforme en un monovolumen policial y con los cristales semiahumados, alguien se crea por encima del bien y del mal.

Pues que sepa, que vi el número gordo del techo, la matrícula del vehiculo policial y que eran las 14,10 horas, y que no los pongo aquí porque solo pretendo contar un “algo” y que cada cual saque su moraleja; aunque el “poli” se merecía que le retiraran tres puntazos del carnet de conducir, como a todo hijo de vecino pillado en las mismas.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Los Deberes de Pascuala


¡Sólo tengo que terminar los deberes de Pascuala!... ¡Sólo tengo que terminar los deberes de Pascuaaaaala… papá! Va proclamando un jovencito que no levanta más de dos palmos del suelo y elevando el tono según salen las palabras por su boca, igual que hace la señal de llamada de mi teléfono cuando tardo más de la cuenta en hacerle caso.

Y es que el jovencito camina cansino bajo un sol de justicia, arrastrando su cuerpo por las cristaleras de una fachada, siguiendo a veinte metros la estela de su padre que abre camino calle adelante y que probablemente, en algún momento anterior le había preguntado a su vástago por su primer día de clase, de vuelta de las vacaciones.

Por la cara del padre, seguro que la pregunta había sido más retórica que otra cosa, pero el chaval, después de una mañana de libertad perdida entre las paredes de su aula, hacía recuento de actividades y la “seño” Pascuala, por lo visto, ya se había metido en faena de buena mañana y puesto a currar a sus muchachos con todo el celo de su profesión.

Bastante mérito tiene el chiquillo de haberse metido al cuerpo un madrugón de sopetón para ir a su primer día de clase, y más mérito aún el del padre/madre que lo ha puesto en disposición de revista para pasaportarlo al cole, junto con el mucho mérito de la “seño” Pascuala de acoger a su asilvestrado rebaño el primer día y no haber fenecido en el intento; por eso pienso, que con tanto esfuerzo de todos, quizá la “seño” Pascuala podría haberse dejado los deberes para el lunes, permitiendo a sus chiquillos disfrutar sus dos últimos días de asueto.

Porque como toma de contacto, aterrizaje o llámesele como se quiera, empezar el cole un caluroso viernes murciano, basta y sobra sin necesidad de los deberes de Pascuaaaala. ¿O no?

Ilustración: Internet