Suerte del descabello. Morante y su cuadrilla |
¡Coge una escopeta y remátalo!, bramaba un "afisionado" desde el tendido, mientras el respetable coreaba la cuenta de descabellos infructuosos, ¡11!, ¡12!, ¡13!..., y el maestro se encogía de hombros con los brazos abiertos y el estoque de descabellar balanceándose en su mano. Nuevo intento clavando el pincho y hurgando en el hueco ante la bronca del respetable; por fin, un par de pinchazos después, el toro tiró las patas por alto, (por pura desesperación)
La faena de capote, picadores, banderillas y trasteo con la muleta, no había pasado de los 5 minutos cuando al artista Morante de la Puebla se le atravesó el toro y decidió echar mano del estoque, y después, de su repertorio de descabellos en los que se empleó a fondo durante 10 largos minutos en los que escuchó todo tipo de lindezas.
Motivo de repulsa para los antitaurinos, los verdes, los ecologistas y para cualquiera con un poco de sensibilidad, el espectáculo de un señor de lamparillas escarbándole en el cogote a un toro con un pincho hasta el esperpento, mientras el animal se bamboleaba ante la desesperación de su matador y el cabreo del personal.
Vale que el descabello es una suerte más de la lidia, vale que cueste atinar para rematar al animal, pero digo yo que antes de ofrecer un espectáculo de matarife o de la niña del exorcista, clava que te clava, el reglamento del festejo podría contemplar la posibilidad de retirar al animal para darle una muerte rápida en los corrales y sacarle tarjeta roja con multa incluida al incapaz, por mucho que se encoja de hombros, que para eso cobra y le debe un respeto a los “afisionados” y público en general.