Desde que se inventaron las cámaras fotográficas digitales han cambiado las costumbres de los fotógrafos aficionados en varios sentidos: Por una parte, desapareció la limitación que los carretes tradicionales de 12, 24 o 36 exposiciones imponía al artista, y que además obligaba a errar lo menos posible al no haber lugar a rectificación. Por otro lado, aumentó la privacidad de los resultados, al no ser necesario pasar por la tienda de revelados para finalizar el proceso. También se abarataron tremendamente los costes, porque la nueva tecnología permite obtener infinidad de imágenes, que pueden contemplarse al instante sin desembolso alguno.
Todas estas circunstancias, y alguna más, han hecho triunfar un nuevo modo de concebir la fotografía (entre otros), que consiste en la autocontemplación complaciente de los nuevos fotógrafos, que encuentran en sí mismos su principal fuente de inspiración, y así, se ha convertido en habitual ver en todo momento y lugar a jovencitos y no tanto, retratándose insaciablemente en mil y una posturas sin el más mínimo pudor o sentido del ridículo.
Eco y Narciso, de William Waterhouse. 1903 |
Aunque la afición se practica individualmente, también tiene considerable éxito en grupo, y se amplifica exponencialmente gracias a las redes sociales de Internet, mediante las cuales se completa la ecuación: Sujeto/s-foto-Narcisismo-redes sociales-Exhibicionismo-autosatisfacción. Como ejemplos extremos, dos: El primero, de un grupo de chavales practicando parkour (el arte del desplazamiento) urbano, frente al Hotel Victoria, en el paseo camino del Malecón desde el Puente Viejo, que repetían una y otra vez sus saltos imposibles, mientras uno de ellos intentaba inmortalizar el mejor escorzo, cámara en ristre. El segundo, relativamente cerca del anterior, en la Glorieta, y a cargo de un grupo de skater ramperos, que saltando sobre las barandillas y rampas de la plaza a pique de romperse la crisma, mientras alguno de ellos intentaba sincronizar el salto con la foto, realizaban la pirueta sin descanso, para acto seguido correr para ver el resultado en la pantalla.
Es una fórmula superexitosa, porque se practica mundialmente y de momento, no parece decaer, aunque con seguridad, como toda moda, acabará pasando por el mero aburrimiento de los retratistas-retratados al contemplarse una y otra vez a sí mismos, y a sus clónicos colegas en Facebook, Twenti, Twitter, Myspace, Fotolog, etc, etc.
Es una fórmula superexitosa, porque se practica mundialmente y de momento, no parece decaer, aunque con seguridad, como toda moda, acabará pasando por el mero aburrimiento de los retratistas-retratados al contemplarse una y otra vez a sí mismos, y a sus clónicos colegas en Facebook, Twenti, Twitter, Myspace, Fotolog, etc, etc.
Nuestros modernos Narcisos, son guapos y guapas, con dientes perfectos de ortodoncia, pelos planchados, iconos televisivos, sueños de modelos, cantantes o bailarines de éxito, bien alimentados y equipados con sus móviles de última generación, sus iPod, sus netbooks y sus cámaras digitales. ¿Quién alimenta el narcisismo de nuestras juventudes?, ¿Quién les provee de todo lo necesario para cultivar el culto a su propia imagen?, ¿Quién se planta ante la constante tiranía de estos modernos Narcisos?
Nuevos tiempos, nuevas culturas, nuevas formas de comunicación, nuevas escalas de valores. Viejos, muy viejos resultados, conocidos ya desde la mitología griega. ¡Qué paradoja!