miércoles, 13 de octubre de 2010

Velocidad de crucero

Crucero Canarias

Cuando era un imberbe y un tirillas me gustaba ir corriendo a todas partes, me costaba lo mismo que ir andando y tardaba menos. Durante un tiempo estuve yendo con mi hermano a un club para practicar judo, al otro lado del Cuartel de Artillería, en Cartagena, y a la vuelta, ya de noche, corría como alma que lleva el diablo todo el lateral del Cuartel. No pasé del cinturón blanco/amarillo, pero corría divinamente.

Ya más mozo me moto-ricé, y fue entonces cuando empezaron a decaer mis cualidades de gacela, aunque no me preocupó lo más mínimo. Ahora llegaba cumplidamente antes a todas partes y además había mejorado sensiblemente mi status social. Esta situación de moto-dependencia se ha mantenido hasta la actualidad. No es que no haya caminado desde entonces, que lo he hecho y mucho, sino que no ha sido una actividad a la que le haya prestado un especial interés hasta ahora.

En los últimos tiempos y debido a una alarmante escora de la báscula de baño hacia la derecha, amén de unos niveles de colesterol y triglicéridos por encima de lo aceptable, decidí retomar las caminatas con asiduidad, empezando por ir a trabajar en el coche de San Fernando (un ratito a pie y ...)

Llevaba en estos menesteres desde el año pasado cuando a requerimiento de las necesidades familiares hube de ralentizar durante una temporada la cadencia de paseo, hasta el punto que, en ocasiones, me costaba trabajo mantener el equilibrio para no caerme a los lados (o por lo menos, eso me parecía)

Ya normalizada la situación, he vuelto a recobrar mi marcha habitual, y aquí surge mi problema: me he dado cuenta de que cuando más rápido voy, pensando que soy todo un campeón, llega un canijo que me adelanta por la derecha con un cigarro en la mano y sin aparente esfuerzo, seguido por una no menos endeble señora de indefinible edad y que me adelanta igualmente sin despeinarse, hablando por el móvil y dándole una calada a su cigarro. 

Tengo un amigo recién cumplidos los cincuenta y pocos, que corre por gusto, aunque también tiene moto, y se mete unas palizas estupendas entre medias maratones y carreras diversas; en la última se ha chupado 21 km en dos horas raspadíllas, esto es, prácticamente ha mantenido una velocidad de crucero de 10 km por hora.

Yo, en cambio, en lo mejor del día, camino del trabajo a primera hora de la mañana, compitiendo con todo aquel que se me pone al alcance, incluidos los antes mencionados, aunque no lo sepan, y contra mí mismo, en mis mejores registros, he llegado a hacer los 2 km que hay de mi casa al trabajo en 20 minutos, esto es, a una velocidad de crucero de 6 km por hora.  

He concluido mis observaciones matutinas en que lo importante no es a cuanta gente adelante con paso decidido, sino poder dar un paso detrás de otro durante mucho tiempo, independientemente de la velocidad desarrollada, y seguir compitiendo contra todos sin que ninguno lo sepa.