Hace muchos años que conozco el reciclaje, eso sí, era un reciclaje remunerado. Cuarenta años atrás, en plena Oprobiosa, existía la sana costumbre de devolver los cascos de las botellas cuyo precio te descontaban en la tienda a la que los llevaras, independientemente de que las hubieras comprado en ella o no. No era necesario llevarse otras llenas a cambio, podías cobrar únicamente por los envases devueltos.
Yo tuve la suerte de practicar el reciclaje remunerado en Campoamor, y digo suerte, porque por aquel entonces y durante mucho tiempo, la pinada que rodea la urbanización era lugar preferente para el picnic dominguero de los visitantes en busca de playa y sombra para la comida y merecida siesta. La comida traía la bebida y esta mayoritariamente venía en botella de cristal, ya que las latas todavía estaban en sus inicios.
Aquellos benditos domingueros, que bebían cerveza con el mismo o mayor entusiasmo que los de ahora, dejaban sus basuras moderadamente recogidas y las botellas vacías esparcidas por el campo, de modo que aquello se convertía en una especie de búsqueda de setas entre los matorrales, una vez que sus anteriores dueños recogían sus bártulos rumbo a casa.
Las recolecciones nos beneficiaban a todos: A los recolectores por supuesto, que obteníamos un buen dinerito a cambio de los sacos de botellas que llevábamos al Súper; a la pinada, y por ende, a la urbanización, porque contribuíamos a recoger los restos que afeaban y ensuciaban el entorno; a los botelleros, porque con las devoluciones de envases vacíos, optimizaban recursos al reutilizarlas y a nuestros padres, por las pesetillas que les ahorrábamos para nuestro caprichos.
Ahora, padres de familia, concienciados y respetuosos con el medio ambiente, acumulamos cubos de colores donde clasificamos y depositamos los desechos de todo tipo que nuestra envasista sociedad produce, incluidos los envases de vidrio. Hacemos malabares para ubicar tanto recipiente en nuestros minúsculos patios, gastamos bolsas y más bolsas de basura al día y peregrinamos con todas ellas entre las 20h. y las 23 h. a los grandes cubos de colores con los que el ayuntamiento adorna las calles.
Gratis, gratis total. Regalamos al ayuntamiento toneladas y toneladas de basuras convenientemente clasificadas, por la mera satisfacción de sentirnos ciudadanos ecológicos que nos esforzamos por dejar a nuestros hijos un mundo mejor. Guay, pero tampoco estaría mal volver al viejo sistema de reciclaje remunerado, que nos permitiera acudir a los Híper, Súper, etc., con nuestra carga de botellas, latas, envases diversos, periódicos y revistas, y obtener una compensación en especie o en metálico por ella.
El civismo está muy bien, el ecologismo es encomiable, salvar el planeta, lo más de lo más, pero pagar todos los meses por que se lleven nuestras "basuras", resulta paradójico, cuando deberíamos cobrar por todo lo que les damos y que luego nos volverán a vender. Amén.
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