No es lo mismo.
No es lo mismo que nuestro coche
haga publicidad involuntaria por unos momentos merced a un reflejo afortunado
como el de la imagen, que de forma igualmente involuntaria haga publicidad del
establecimiento que nos lo vendió, con su dirección, teléfono, marca comercial
y toda la pesca a modo de complemento de la matrícula, y además iluminada como
una valla publicitaria.
No es lo mismo, porque cuando
compramos el coche, no nos ofrecen ni un miserable descuento por pasear su
publicidad donde quiera que vayas. ¡Ni un chavo! Y si les haces un comentario
al respecto, como que les da la risa. Y si les pides que la quiten, se mosquean.
No es que mi coche sea un Fórmula
1 en los que la publicidad se cobra por milímetros de superficie, pero
no deja de ser mío, con todo el derecho a
propagandear lo que me de la gana, sin tener que lucir esas estratégicas
pegatinas que lleva de la casa
o el “embellecedor” de la matrícula, que parece de las “Páginas Amarillas”.
Nunca he conseguido que me paguen
por esa publicidad involuntaria, lo que sí he conseguido es no llevarla.
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