¡Menudo lío se ha organizado con la nueva regulación sobre el consumo del tabaco! El personal anda soliviantado con tanta prohibición y a muchos no les hace falta fumar para echar humo por las orejas. Habría sido más lógico permitir el libre albedrío de cada cual, que para eso nacimos con él y lo educamos día a día.
Los hosteleros gastan y arriesgan su dinero para poder vivir dignamente, cumplen lo mejor que pueden todas sus obligaciones con Hacienda, Sanidad, los ayuntamientos, la SGAE, y por supuesto, con sus clientes. Al menos podrían tener el derecho a decidir si en sus locales se fuma o se baila la jota, que para eso lo pagan ellos, y sin tener que constituirse en sociedades gastronómicas o clubes de fumadores.
Que fumar es malo, lo sabemos todos, pero permitir la producción, elaboración y venta del tabaco, para cobrar las tasas desorbitadas que se cobran y luego poner trabas burocráticas y legales a su consumo, constituye una hipocresía suprema. ¿No quieres que se fume?, pues ayuda a los productores de tabaco para que realicen una actividad alternativa, compensa a los estancos para reconducir sus negocios en otras direcciones, y destierra el tabaco de la sociedad, porque lo de recoger beneficios con una mano y dar pescozones con la otra, esta muy mal visto por la sufrida ciudadanía.
Visto el contenido de un cigarrillo es normal que me alegre por haber dejado de fumar hace mucho tiempo. No me gusta que fumen cerca de mí, pero lo tolero, siempre puedo alejarme del fumador, pero no se lo echo en cara. Volvemos a lo de siempre, es más fácil prohibir que educar; educar en la tolerancia y el respeto haría innecesario recurrir a normas represoras y coercitivas que a casi nadie agradan.
El sentido común debería llevar a no fumar junto a los niños, ya fuera en parques, en vehículos o en su propia casa; igualmente el sentido común llevaría a la inconveniencia de fumar en lugares cerrados o en aglomeraciones humanas, al igual que no se hace en donde tradicionalmente está prohibido por el peligro que conlleva y nadie lo discute.
El fin perseguido por la norma es bueno, eso es indiscutible, en cambio, los medios utilizados sí que son cuestionables cuando consiguen encrespar a la gente como ahora está sucediendo. Antes, el humo salía por las ventanas de los bares, ahora en cambio, entra por esas mismas ventanas procedente de los parroquianos que toman su café apoyados en el alfeizar con un pitillo en la mano. Antes los partidos de futbol se veían dentro del bar y ahora los forofos se agolpan en la calle tras las cristaleras para cantar los goles con el cigarro en la boca.
Lo dicho, cuestión de educación desde la cuna, que da mucho mejor resultado que el ordeno y mando de sopetón. Para quien no pueda resistirse, siempre le queda el pitillo electrónico, el chicle de nicotina o el tratamiento para dejar de fumar en cuarenta pastillas y que con un poco de suerte le subvencionará la Ministra del ramo, antes de que le concedan la Cruz de la Orden de Carlos III.
No hay comentarios:
Publicar un comentario