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Don Manuel (Fraga Iribarne, para más señas), durante su
mandato en el Ministerio de la Gobernación en 1976, acuñó la frase «La calle es
mía», tras el intento de la oposición de manifestarse el Primero de Mayo, al
cual se negó.
Desde entonces, ha llovido un montón y de la
calle se ha adueñado todo el que se ha echado a ella, con permiso o sin él, que
para eso estamos en democracia. Los últimos, los del Movimiento del 15-M, hasta
que se aburrieron y se quedaron sin mecenas que les apoyasen y les jaleasen.
Que no digo yo que el contenido de sus reivindicaciones no fuera justo, que en
muchos casos lo era, pero, como casi siempre ocurre, les perdió la
instrumentalización que de ellos hicieron los interesados de siempre y la cosa
se marchitó poco a poco.
Ahora la calle es de todos, y los
parques y los jardines y las plazas y hasta el wifi es de todos, tanto, que hace unos días me zumbaron los oídos y
yo creo que fue un “güifi” de esos
que me entró por uno y me salió por el otro, dejándome unas megas de batiburrillo
por el camino, que me descompuso la señal.
Que a lo mejor no es buena tanta
onda cargada de información sobrevolando los espacios públicos, juntándose con
las de la radio, las de la tele, las de la telefonía móvil y tantas otras. Al final el aire se
va a volver tan denso, que los pájaros van a caer exánimes, y los que no caigan
volarán desorientados como la abejas, e irán al norte en vez de al sur y
viceversa, y los murciélagos se volverán locos por los extraños ecos que les
devuelva su radar, y cuando crean que su señal ha rebotado en un árbol, la
realidad sea que lo ha hecho contra la Wikipedia que les recuerde aquello que dijo Fraga de:
¡La calle es mía!
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