Mariola y Juan Ignacio |
Son como flashes, cuando pienso en ella me vienen a la memoria siempre las mismas imágenes, la de un conguito tembloroso y suplicante hacia su insensata madre, mientras esta la depositaba sin contemplaciones en mis brazos para aprender a nadar, o la de una niñita pequeña que hablaba y cantaba y cantaba y hablaba sin cesar, o aquella vestida de blanco para tomar la Primera Comunión , mientras me esforzaba en buscar la mejor foto que reflejara aquel ángel.
¡Una pareja de cine! |
Ya más mayor, la recuerdo acurrucada junto a su padre en el sofá del salón recibiendo las carantoñas paternas, o disfrazada de bruja con dos amigas para salir de fiesta, o presentándonos a su novio, su Juan Ignacio, como los mejores amigos de sus padres. Y de repente, me la encuentro de nuevo vestida de blanco, radiante, preciosa, rebosante de felicidad, pletórica, toda una mujer, segura de sí misma, rodeada de los que la quieren, sus padres, Tono, su familia, sus amigos ¡cuantos amigos!
Llegando a la meta e inaugurando un matrimonio |
A distancia, pero no demasiada, la he visto crecer, buscar su camino, recorrer muchos senderos hasta encontrar el suyo, y ahora continúa su andadura junto a Juan Ignacio, que solo por como la mira, ya delata lo que la quiere y seguro que sabrá hacerla feliz, porque de no hacerlo, ¡prepárate Juanito!, que la oreja que te dejó libre su padre en el Altar, tiene tantos pretendientes como gente quiere a tú mujer, ¡y somos un montón!
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