Iglesia de San Lorenzo. Murcia |
En la iglesia de San Lorenzo de Murcia tiene su sede la Cofradía del Santísimo Cristo del Refugio, que saca por las calles de la ciudad la procesión del Silencio el Jueves Santo.
Esta procesión se caracteriza porque se apaga el alumbrado público de las calles por donde pasa, y el silencio sólo se rompe por el sonido del tambor que lleva como acompañamiento, y el cántico de los grupos corales distribuidos por el recorrido.
La iglesia actual diseñada por Ventura Rodríguez, de estilo neoclásico con elementos barrocos, la edificaron entre 1788 y 1810 sobre un templo anterior que a su vez había aprovechado la estructura de una mezquita preexistente. El templo cuenta anexa en su costado izquierdo con la Capilla de la Comunión, rematada por una pequeña cúpula.
Estoy seguro que desde la mezquita original, el templo se encontraba en una situación desahogada en relación a su entorno, y que cuando se diseñó el actual, el arquitecto no contó con la voracidad urbana que prácticamente ha engullido entre anodinos edificios de mayor altura la coqueta iglesia, incorporando la Capilla de la Comunión al común patio de vecinos, de tal modo que podría decirse que el Señor, presente en la Capilla, se encuentra a su vez en la casa de todos ellos.
Mariposas de aceite |
Ésta sobrevenida situación de la Capilla, me recuerda las antiguas capillas domiciliarias, aquellas con una Virgen o un Santo en su interior, que se repartían por las casas de las personas pertenecientes a una asociación o “coro” de devotos y que se encargaban de llevarlas de una casa a otra, donde permanecían por unos días.
En mi familia la tradición venía de antiguo, ya mi abuela Doña Cortes perteneció a una de aquellas congregaciones. La capilla que yo recuerdo contenía un Sagrado Corazón y visitaba frecuentemente nuestra casa; venía a ser una caja de madera con el frontal de cristal y dos puertas que se cerraban con una aldabilla para transportarla. En la parte inferior tenía una pequeña hucha para depositar los donativos que cada familia tuviera a bien entregar y en uno de los laterales solía llevar una hoja con el itinerario previsto y algunas jaculatorias para la ocasión.
La capilla generalmente se colocaba en un lugar de honor, y en ocasiones, como señal de oración y respeto, se encendían unas lamparillas de aceite, en las que navegaban unos pequeños círculos de corcho y cartón atravesados por una mecha (mariposas), que se mantenían encendidas mientras la "visita" de la capilla domiciliaria estaba en la casa.
Son recuerdos de niñez que vuelven nítidos a la memoria, espoleados en este caso por la imagen de una pequeña capilla incorporada al patio de vecinos de una comunidad murciana.
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