Escorpión. Alacrán |
Cuando ves uno de verdad, normalmente te causa un buen sobresalto, sobre todo si andas hurgando bajo las piedras y se te aparece de improviso con su aguijón apuntándote a la cara. Lo normal es que te caigas de culo e intentes retroceder a toda prisa con los consiguientes golpes y arañazos, además de lo poco elegante de la postura.
Todo vale con tal de alejarse del peligroso bichejo. Si con suerte no te caes, lo primero que te apremia es sacudirle con algo para conjurar el peligro, sin descartar por ello el certero pisotón (si vas bien calzado, claro), que es lo que uno suele tener más a mano, o a pie según se mire.
Pasa como con las cucarachas, pero peor, ya que además de aprensión dan susto, aunque la culpa no es del todo suya porque ¿quién te manda levantar piedras por el campo e incordiar a los animalitos que toman la sombra tranquilamente? Y ya que las levantas, por curiosidad o por buscar lombrices, usa un palito y el escorpión te asustará menos si lo encuentras.
Con el de la foto no use palo ni bota, fue un encuentro casual con la rueda de mi coche, que lo dejó más plano que un lenguado, y solo supe de su existencia después del atropello, al ver algo brillante bajo una rueda delantera. Pensé en un envoltorio arrugado de chocolate o bocadillo, de ahí mi sorpresa por el amasijo de alambre. Unos alicates, algo de recuerdo sobre anatomía de alacranes y en pocos minutos el fiero animal erguía desafiante su certero aguijón dispuesto al ataque.
Lo vi todo rojo, rojo y plata, como si de un escudo nobiliario se tratase, y así mismo lo retraté. En heráldica el rojo simboliza el valor y el plata la tenacidad, buenos colores para una divisa.
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