Que vas paseando por la huerta y te llevas unos sobresaltos de lo más inesperados. En un carril cualquiera te encuentras con la descarnada denuncia: "Aquí hay esclavas sexuales". Se supone que en clara referencia al caserón de la derecha que se identifica con un discreto "Las Vegas" .
El autor ha insistido en que el mensaje quedara claro: primero lo inició en amarillo canario, para decidirse finalmente por el azul que resalta más en la distancia, para finalizar corrigiendo el original "sesuales" por el definitivo "sexuales" (Que la ortografía es importante).
¿Qué historia se esconderá tras esta denuncia graffitera?
¿La de la muchacha inmigrante atraída por cantos de sirena de las mafias que se dedican al tráfico de blancas, o directamente raptada y vendida para ejercer la prostitución?
¿La del vecino de enfrente, harto del trasiego nocturno en Las Vegas, para ver si hay suerte y cierran el chiringuito?
¿La del cliente arrepentido que no quiere cargar en su conciencia con los desmanes contemplados?
¿La del cliente despechado, a modo de venganza?
¿La del gracioso de turno que desconoce la diferencia entre la gracia y la estupidez?
Quiero pensar que la autoridad competente habrá hecho en su momento las oportunas pesquisas para evitar desmanes, y que, en todo caso, y por pura higiene mental, la leyenda responde a la ocurrencia del gracioso de turno y que solo su mente calenturienta está repleta de esclavas sexuales, porque no quiero imaginar que en ese sitio se retenga contra su voluntad a nadie para ejercer la prostitución.
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