martes, 8 de febrero de 2011

El equipaje


Lo he visto de pasada, cuando volvía a casa camino de mi cita con el del acordeón. Con gestos metódicos, empaqueta, lía, ordena y monta su equipaje como si de un puzzle se tratara; todo ha de quedar perfectamente embalado para ocupar su sitio en el carrito adaptado al estilo de los de Ikea, Leroy Merlín o los aeropuertos.

Cuando se vive en la calle se es muy organizado, cualquier despiste puede traer malas consecuencias y no es cuestión de ir perdiendo las pocas cosas que uno tiene por el camino. Por eso es tan importante el orden: comprobar cada cremallera, cada cuerda y cada nudo; sin prisa pero sin pausa, los mismos gestos, los mismos movimientos, economizando esfuerzos que se repiten varias veces al día, todos los días.

¿Por qué se elige esta vida? ó ¿Te elige ella a ti? Muchos vagabundos están contentos de serlo y otros muchos se avergüenzan de su condición. Comedores sociales, noches al raso, aseo en las fuentes, limosnas en los semáforos y en las esquinas, es su rutina vital, es nuestra rutina diaria, los vemos y los esquivamos a medias, no nos parecemos, no tenemos nada en común, incluso un punto de inquietud nos asalta alguna vez ¿Podríamos encontrarnos en su situación? ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Lo aguantaríamos? Y apretamos el paso apartando el pensamiento que nos desazona, como una entelequia, como un imposible que no llegará, pero, ¿Y si llega?

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