Urgencias. Sala de espera de familiares del Comarcal de Caravaca, seis o siete filas enfrentadas de asientos color toffee, que en su día debieron ser mullidos y cómodos y ya están hartos de vivir. Carteles informativos a medio arrancar por los bajos, señal evidente del paso continuo de chiquillos aburridos. Docena y media de parroquianos entre familiares y enfermos esperando su turno, varias parejas con sus niños chicos trepando por los sillones, unos cuantos abuelos, varias nacionalidades y nosotros con nuestra lesionada. Menos mal que había tele; cuando llegamos estaban a medio las andanzas de Cocodrilo Dundee con el volumen en "0", que viene muy bien para que cada cual se monte la historia y los diálogos a su gusto.
- Pues nada, el papá, que anoche cenó en casa con nosotros y cuando lo llevamos a la suya iba un poco fatigado, luego sobre las tres se puso peor y le dio una fatiga que casi no podía respirar; aguantó hasta la mañana y nos lo trajimos para Urgencias. Desde las diez de la mañana estamos aquí, le pusieron oxigeno y lo tienen en las camas, en observación, pero mira la hora que es (nueve de la noche), no nos dicen nada, llevamos todo el día aquí metidos y no sabemos que hacer, voy a entrar otra vez por si me dicen algo, la batería está que se acaba, así que te dejo.
La buena mujer se recompone, va arreglada de Navidad, el pelo de peluquería, no esperaba pasarla en Urgencias; atraviesa la puerta de acceso y desaparece por un rato. Sigue el trasiego de idas y venidas y varias urgencias más urgentes adelantan a la nuestra. Paciencia, total, no queda otra. Vuelve la mujer que acampa desde la mañana, resignada, saca un cargador del bolso y lo enchufa donde encuentra para revivir su celular.
- Daniela Narcisa, acuda a la consulta de ginecología, y allá va la oronda Narcisa de la mano de su robusto chico de tupido pelo negro azabache, camino del ginecólogo, con la esperanza de que la ponga a parir antes del 31, y conseguir así el cheque bebé que ya expira.
Por mitad de la sala, muy formalitas, dormitando, dos abuelas vestidas como las abuelas de campo, colores oscuros, indefinibles, zapatos recios con medias gruesas, el pelo corto y cano les asoma a flecos por debajo de sendos gorros de lana de un azul desvaído; las dos con gafas de pasta oscura, como las que ahora vuelven a estar de moda. Repantingadas, dos angelitos iguales, como dos gotas de agua. ¡Lástima de no llevar la cámara para inmortalizarlas!
Nuestra lesionada sigue aguantando valiente y comprensiva con los que la adelantan, están peor que ella y solo hay un traumatólogo de guardia. Por fin le llega el turno, desaparece un rato de la sala de espera, para regresar sobre ruedas a falta del resultado de la radiografía. ¿Qué será? ¿Tendinitis? ¿Esguince? ¿Frío? ¿Calor? Vuelta al box y regreso triunfal con diagnóstico y venda compresiva para aliviar los dolores.
Renqueando nos vamos, casi tres horas fuera del guión marcado, atrás quedan las gemelas dormilonas, la señora del padre indispuesto desde la mañana, algunos sufridores más acurrucados en los sillones toffee. No sabremos si Daniela Narcisa conseguirá su propósito antes de Fin de Año. En la tele una de la época de "Vente para Alemania, Pepe", con Alfredo Landa y José Sacristán en plena forma.
Celadores, enfermeras, médicos, auxiliares, guardias de seguridad, limpiadoras, trabajando el Día de Navidad para que todos los demás podamos disfrutar de la fiesta con la tranquilidad de que ellos están ahí, y ahí seguirán por mucho que les toquen el sueldo, las horas y los co...
La buena mujer se recompone, va arreglada de Navidad, el pelo de peluquería, no esperaba pasarla en Urgencias; atraviesa la puerta de acceso y desaparece por un rato. Sigue el trasiego de idas y venidas y varias urgencias más urgentes adelantan a la nuestra. Paciencia, total, no queda otra. Vuelve la mujer que acampa desde la mañana, resignada, saca un cargador del bolso y lo enchufa donde encuentra para revivir su celular.
- Daniela Narcisa, acuda a la consulta de ginecología, y allá va la oronda Narcisa de la mano de su robusto chico de tupido pelo negro azabache, camino del ginecólogo, con la esperanza de que la ponga a parir antes del 31, y conseguir así el cheque bebé que ya expira.
Por mitad de la sala, muy formalitas, dormitando, dos abuelas vestidas como las abuelas de campo, colores oscuros, indefinibles, zapatos recios con medias gruesas, el pelo corto y cano les asoma a flecos por debajo de sendos gorros de lana de un azul desvaído; las dos con gafas de pasta oscura, como las que ahora vuelven a estar de moda. Repantingadas, dos angelitos iguales, como dos gotas de agua. ¡Lástima de no llevar la cámara para inmortalizarlas!
Nuestra lesionada sigue aguantando valiente y comprensiva con los que la adelantan, están peor que ella y solo hay un traumatólogo de guardia. Por fin le llega el turno, desaparece un rato de la sala de espera, para regresar sobre ruedas a falta del resultado de la radiografía. ¿Qué será? ¿Tendinitis? ¿Esguince? ¿Frío? ¿Calor? Vuelta al box y regreso triunfal con diagnóstico y venda compresiva para aliviar los dolores.
Renqueando nos vamos, casi tres horas fuera del guión marcado, atrás quedan las gemelas dormilonas, la señora del padre indispuesto desde la mañana, algunos sufridores más acurrucados en los sillones toffee. No sabremos si Daniela Narcisa conseguirá su propósito antes de Fin de Año. En la tele una de la época de "Vente para Alemania, Pepe", con Alfredo Landa y José Sacristán en plena forma.
Celadores, enfermeras, médicos, auxiliares, guardias de seguridad, limpiadoras, trabajando el Día de Navidad para que todos los demás podamos disfrutar de la fiesta con la tranquilidad de que ellos están ahí, y ahí seguirán por mucho que les toquen el sueldo, las horas y los co...
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