El aire en movimiento es un meteoro caprichoso, silbando a través de las ramas y las hojas de los chopos hace la ilusión de la mar cuando sopla entre las velas y los aparejos de los veleros, y si además te trae gotas de agua que te azotan la cara cuando brilla el sol, la ilusión es casi completa, solo falta el balanceo bajo los pies para sentirte navegando.
Dependiendo de la intensidad, el aire puede ser agradable, cuando consiste en una brisa suave, o insoportable cuando te sacude en condiciones. Gracias al viento, los energético-verdes-negociantes han llenado de molinos de viento, -perdón, aerogeneradores- las alturas de nuestras sierras medias y muchas costas de tradición ventosa; la energía limpia que producen, carisima y subvencionada, nos la venden como la más ecológica, cuando lo cierto es que para instalar los dichosos molinos, que tanto afean el eco-paisaje, previamente han machacado los lugares de emplazamiento y han construido esplendidas pistas de acceso, que al menos pueden servir de cortafuegos. Especialmente horrendo es el Parque Eólico de Cabo Villano -Cabo Vilán- en la Costa de la Muerte, cerca de Camariñas, que arremete visualmente contra la abrupta y salvaje costa batida continuamente por la mar.
El viento que tan bien les viene a los navegantes a vela y a los molinos de todo tipo, no siempre sopla a gusto de todos y te arruina el paseo cuando se te cuela por las rendijas de la ropa y del cuerpo, te trae polvo y arena a la boca y a los ojos, te empuja y te zarandea, te zumba en los oídos, te revuelve el pelo (a quién lo tiene), te aturde y a la postre, derrotado, te obliga a buscar refugio.
Ya sea en km, millas o nudos por hora, el viento sopla a gusto de unos y disgusto de otros; no pide permiso para darle vida a lo inanimado, lo hace de norte a sur, de este a oeste y viceversa, tiene mil nombres y como curiosidad diré que al dios-viento del Noroeste los griegos le llamaban Coro y los romanos, Corus, un viento frío y seco que se asocia con el comienzo del invierno y al que los marinos llaman Mistral.
Este puente de Todos los Santos el viento del Noroeste se adueño de las tierras altas murcianas con bastante intensidad, zarandeando árboles, barriendo hojas, trasladando nubes e incordiando los paseos campestres del turismo rural en sus días de descanso. A fe mía que Coro ha hecho de las suyas incluso en los cementerios, arruinando más de un adorno floral con los que con tanto esmero, los vivos homenajean a los muertos.
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