Se acercan las festividades de Todos los Santos y Difuntos y aquí tradicionalmente se estila visitar en los cementerios, a los familiares queridos que ya se fueron; se limpian lápidas, se llevan flores, se les recuerda in situ y se cumple con un ritual que desde tiempos remotos se renueva cada año.
Los anglosajones celebran Haloween o Noche de Brujas la víspera de Todos los Santos, y nosotros, que nos gustan las fiestas como a pocos, no hemos tenido el más mínimo problema en incluirla en nuestro calendario festivalero, así que ¡Hala!, a comprar calabazas, esculpirles una mueca e iluminarlas por dentro, a disfrazarnos de brujas y brujos, de monstruos y monstruas, de sustos, de esqueletos ...
Los esqueletos, según y como, dan risa o susto; estos que invaden las calles con su truco o trato, sus bromas y sus botellones, son de los que dan risa. Los que no dan tanta risa y sí, más bien, susto y desazón son los esqueletos que aquí y allá jalonan nuestras ciudades como testigos mudos del fracaso de un sistema pretencioso, acostumbrado al éxito fácil, al todo vale, a los negocios rápidos y sustanciosos, a la falta total y absoluta de previsión.
Esos esqueletos nos recordarán durante mucho tiempo tanto despropósito, tanta ambición desmedida, tantas ansias de poder, tanto materialismo, tan poca cordura. ¡Qué lástima, cuantas oportunidades perdidas! ¿Truco o trato?
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