Aquí el que no ve brotes es porque no mira al suelo. Así de fácil, por todas partes, solo hay que molestarse en buscarlos, lo malo es que los que encontramos no dan ni para comer a una cabra (que ya comen poco), pero ese es otro cantar, además, si el animal no tiene hambre y no se los come, a lo mejor crecen y se multiplican y con un poco de tiempo, lo mismo llegan para un rebaño.
Pues eso es lo que pasa, que en cuanto el Gobierno se suelta con lo de los brotes verdes, sean o no raquíticos, alguien (bancos, brokers o especuladores) vienen y se los comen antes de que se afiancen las raíces y vuelta a empezar. Cuatro briznas mal contadas, que alegran el panorama y poco más. Y encima con obstáculos que impiden avanzar libremente por la senda marcada.
Total, que haberlos, “hailos”, y encontrarlos no es difícil, la filigrana está en regarlos, dejarlos crecer y procurar que se multipliquen, removiendo los bolardos que se interpongan en el camino, o por lo menos sortearlos con habilidad. Porque para darse trompazos, ya tenemos a nuestros próceres de la Patria, especialistas sin igual en operaciones de jardinería financiera.
Lo dicho, dejemos que la naturaleza haga su trabajo, y si no sabemos mejorarlo, estémonos quietos y al menos no empeorará la cosa; vamos, que si llueve, procuremos que el agua llegue a los brotes en vez de malgastarla en pompas de ilusión.
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