No todas las colecciones tienen la misma motivación para su inicio. Esta la comencé por añoranza. Mi padre me regaló un precioso autobús inglés de dos pisos, con conductor y cobradora, y sus faros eran dos brillantes incrustados.
Este modelo a escala 1:65, salió al mercado en junio de 1964 y durante la década que estuvo en producción, se fabricaron 1.394.000 ejemplares, de los cuales uno era el mío. Lo recuerdo con 12 o 13 de mis años, por lo que debió llegar a mi poder en 1970-71. Entonces no todo era made in China, y este modelo viene con su número de patente: el 904525 y su made in GT. Britain en los bajos.
Aquel autobús era muy especial, durante el tiempo que lo tuve, lo limpiaba y cuidaba con mimo, daba gusto lo bien que se deslizaba por el pasillo bamboleándose gracias a su sistema de amortiguación. Luego estaban el conductor y la cobradora, ambos de uniforme, él con su gorra de plato aferrado al volante muy serio, y ella, rubia con la cartera en bandolera, de pie en la trasera y esperando a los viajeros.
Por las ventanillas podían verse las filas de asientos con sus respaldos rayados y la escalera de caracol para subir al piso de arriba, donde te imaginabas sentado por encima del conductor, recorriendo las calles de un Londres desconocido.
El mantenimiento constituía un capítulo importante de la relación con mi CORGI. Siempre lo tenía a punto, limpio, sin pelos enredados en los ejes de las ruedas e impecable de pintura, que ya me preocupaba yo de repasar con un pincelito y pintura roja para maquetas, cualquier desconchón fortuito en su carrocería.
Desapareció en algún momento de mi transición a la adolescencia, y ya no volví a verlo. No lo eché mucho de menos en aquella época, a esa edad surgen intereses nuevos a cada instante y su recuerdo quedó archivado para más adelante. Tuvo que pasar media vida más para recuperarlo; ya tenía otras colecciones en marcha y en algún momento surgió la necesidad de encontrar mi autobús, o al menos uno igual.
No tenía ni idea de los detalles concretos por los que empezar a buscarlo, sólo que era un autobús ingles de dos pisos, rojo, y de un tamaño que recordaba vagamente. Sin embargo pensé que no sería difícil encontrarlo; empecé por las jugueterías especializadas en Madrid y encontré alguno, pero no el mío; lo busqué en el Rastro muchas, muchas veces, hasta que en una ocasión apareció un ejemplar bastante destartalado, con el conductor y sus faros de brillantes, pero sin cobradora y en un estado de pintura lamentable. Aún así, pedí precio por él y se descolgaron con ¡12.000 pesetas! de hace 20 años; mi bolsillo no estaba a la altura de mi entusiasmo y allí se quedó.
No volví a encontrar uno igual. Para medio conformarme, los Reyes Magos me trajeron un modelo estupendo, de lujo, el mismo modelo redondito que yo recordaba, con retrovisores y todo, pero más grande y made in France. Fue el primero, y ya se sabe, uno llama a otro y a otro... El problema es que estoy en el país equivocado para buscar autobuses ingleses; si hubieran sido gitanas o toreros no habría sido difícil conseguir un número considerable en poco tiempo. Hube de recurrir a la familia y los amigos que visitaban la Gran Bretaña para hacerles el encarguito y la verdad es que se portaron, la vitrina se fue poblando de autobuses rojos, verdes y amarillos, todos de dos pisos (condición indispensable), de similares tamaños y distintos entre sí. Entre los más curiosos, tengo un antecesor tirado por caballos, y dos iguales, uno cerrado y otro descubierto; también tengo uno muy original, de color morado y tres pisos, réplica del que sale en una de las películas de Harry Potter. Hasta un coleccionable de temporada me proporcionó algunos ejemplares.
Cuando ya tenía claro que nunca encontraría un clon de mi autobús, empezaron a popularizarse los buscadores de Internet y las páginas especializadas en-todo-lo-que-se-te-pueda-ocurrir-y-mucho-más, y retomé la búsqueda a nivel mundial. En poco tiempo localicé el modelo exacto que había tenido, solo faltaba encontrarlo a la venta, y ebay fue la solución; mi hermano Jose que ya trajinaba el asunto de las pujas, me puso al corriente e incluso me consiguió un ejemplar similar al mío pero con distinta decoración. Me hice una cuenta de Pay-Pal y pujé por algunos ejemplares similares que llegaron a mi poder, perfectamente embalados y sin contratiempos.
La perseverancia es una virtud que no suele defraudar (salvo si juegas a la lotería), y así, 20 años después de retomar la búsqueda, apareció un London Transport Routemaster 468 AEC de Corgi, en perfecto estado y con su caja original, nada menos que en Canadá. Diez días después lo tenía en mi poder, como recién salido de fábrica, flamante y reluciente, mil vueltas le dí, miraba y remiraba todos los detalles que revivían en mi memoria. ¡Qué ilusión! De golpe retrocedí 35 años, un cabo suelto entonces dejaba de estarlo ahora. Se acabaron las urgencias, ya lo tengo y ahora lo disfruto como antaño y algún día llegará, (espero) que veré a un nieto con ese brillo especial en los ojos, que le hará digno sucesor de mi Routemaster inglés.
1 comentario:
Bonito articulo hermano!!
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